No queremos acostumbrarnos
Madrid, 16 de
febrero de 2015 (IVICON).- El pasado
viernes, 13 de febrero, las organizaciones de la Iglesia católica en España
y en Marruecos involucradas en la acogida, acompañamiento y defensa de los
derechos y la dignidad de los personas migrantes hicimos público un comunicado
con el que queremos expresar una vez más nuestra grave preocupación y dolor
ante los lamentables sucesos que se agolpan en los últimos días, donde son de
nuevo triste motivo de actualidad informativa la muerte y el sufrimiento de
miles de hombres y mujeres que huyen de las guerras, el hambre y la pobreza de
sus países de origen.
A todos ellos les transmitimos
nuestra solidaridad y cercanía fraterna.
No
queremos acostumbrarnos a la repetición de sucesos como estos, que nos hablan
de historias de desesperación encarnadas en personas que, por falta de medios
en las unidades de socorro, mueren ateridas de frío tras ser rescatados; de
desalojos violentos de cientos de subsaharianos en los montes próximos a
Melilla para ser objeto de traslados forzosos y abandonados luego a su suerte;
de prácticas ilegales en las fronteras, que lesionan derechos y que son
cuestionadas por instancias de la Unión Europea ; de la escasa voluntad política por
esclarecer sucesos, como el caso de El Tarajal, en los que han perdido su vida
seres humanos que escapaban de la violencia o las condiciones de miseria; y de
la puesta en práctica de extrañas figuras jurídicas que intentan defender
expulsiones injustificables, como la disposición adicional introducida en el
Proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana que pretende legalizar las expulsiones sumarias.
En
este sentido, los obispos españoles, en su mensaje para la Jornada Mundial de
Migraciones de este año señalan: "Nos adherimos a la denuncia contra
cualquier actuación en que no se tengan en cuenta los derechos humanos. Pedimos
que se cumplan los tratados internacionales y se verifique, al menos, si las
personas pudieran ser acreedoras del asilo político, ser víctimas de la ´trata´
o necesitadas de asistencia sanitaria urgente.
Y
como no queremos acostumbrarnos a esta indigna respuesta que desde el Norte
nuestros Estados vienen dando al drama y las injusticias que provocan el éxodo
de todas estas personas del Sur, una vez más levantamos nuestras voces para
lanzar un grito urgente a nuestras comunidades cristianas y a toda la sociedad
para que no nos habituemos a asumir esa realidad como algo inevitable
Nos
sentimos interpelados a insistir en la denuncia de Francisco sobre la
“globalización de la indiferencia”, porque estamos convencidos de que ninguna
gestión de las fronteras nacionales puede justificar el desprecio hacia la
dignidad de la personas. “Que a nadie le falte el socorro necesario”, ha
afirmado el Papa estos días, tras la muerte en aguas del Mediterráneo de más de
200 personas que intentaban atravesar el Canal de Sicilia.
Queremos
alertar a toda la ciudadanía, y especialmente a la comunidad cristiana, para
que, a la luz de estos hechos, nos preguntemos por la fidelidad a nuestros
valores más profundos y a recordar que quienes vemos en las noticias son
hermanos nuestros: hombres y mujeres, padres y madres de familia, jóvenes
estudiantes, menores incluso. No podemos ignorar que el dolor que vemos lo
provocan en gran medida la pobreza y el mundo injusto que tenemos, y las
decisiones que se toman, en el marco de unas políticas migratorias que olvidan
la dignidad humana, tanto en los ámbitos nacional y europeo como en países de
tránsito con quienes presumimos de mantener unas estrechas relaciones de
hermandad y cooperación.
Estamos
firmemente convencidos en que todo este sufrimiento es evitable. Por ello,
exigimos a los responsables de la toma de decisiones ejecutivas, legislativas y
judiciales la debida coherencia y respeto con los derechos humanos y con la más
elemental dignidad que merece toda persona.
Y
como no queremos acostumbrarnos, no podemos permanecer indiferentes ante la
indignidad que supone este goteo incesante de dolor e injusticia. Alentamos a
todos a sumarse a esta actitud de indignación cívica y a seguir manteniendo
viva la llama de la acogida y la hospitalidad para todos esos hermanos y
hermanas que huyen en busca de un mejor futuro, y que nos preguntan “¿qué has
hecho con tu hermano?
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