Domingo 26 de abril de 2015
4 Pascua
- B
(Juan 10,11-18)
José Antonio
Pagola
ACERCARNOS Y CONOCERNOS
Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y
disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de
recordar que, en la comunidad de Jesús, solo él es el Pastor bueno. No un
pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión,
dirigida a quienes reivindican el título de «pastores» en la comunidad
cristiana. El pastor que se parece a Jesús, solo piensa en sus ovejas, no «huye»
ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las
defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre
todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él.
Solo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta
comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta
comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar
fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación
para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el
futuro.
Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas
convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima
de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y
disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias;
entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de
todo género...
Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento
entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos
diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen.
A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de
los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A
muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a
los que ven alejados de sus problemas.
Solo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a
crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo
humilde que tanto necesitamos.
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