Domingo 10 de mayo 2015
6 Pascua - B
(Juan 15,9-17)
(Juan 15,9-17)
José Antonio Pagola
No desviarnos del amor
El evangelista Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de
despedida en el que se recogen, con una intensidad especial, algunos
rasgos fundamentales que han de recordar sus discípulos a lo largo de los
tiempos para ser fieles a su persona y a su proyecto. También en nuestros días.
No se trata solo de vivir
en una religión, sino de vivir en el amor con que nos ama Jesús, el
amor que recibe del Padre. Ser cristiano no es en primer lugar un asunto
doctrinal, sino una cuestión de amor. A lo largo de los siglos, los discípulos
conocerán incertidumbres, conflictos y dificultades de todo orden. Lo
importante será siempre no desviarse del amor.
Permanecer en el amor de Jesús no es algo teórico ni vacío de contenido.
Consiste en «guardar sus mandamientos», que él mismo resume enseguida en el
mandato del amor fraterno: «Este es mi mandamiento; que os améis unos a otros
como yo os he amado». El cristiano encuentra en su religión muchos
mandamientos. Su origen, su naturaleza y su importancia son diversos y
desiguales. Con el paso del tiempo, las normas se multiplican. Solo del mandato
del amor dice Jesús: «Este mandato es el mío». En cualquier época y
situación, lo decisivo para el cristianismo es no salirse del amor fraterno.
Jesús no presenta este mandato del amor como una ley que ha de regir
nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino como una fuente de
alegría: «Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra
alegría llegue a plenitud». Cuando entre nosotros falta verdadero amor, se crea
un vacío que nada ni nadie puede llenar de alegría.
Sin amor no es posible dar pasos hacia un cristianismo más abierto,
cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como «amigos» de Jesús, según
la expresión evangélica. No sabremos cómo generar alegría. Aún sin
quererlo, seguiremos cultivando un cristianismo triste, lleno de quejas,
resentimientos, lamentos y desazón.
A nuestro cristianismo le falta, con frecuencia, la
alegría de lo que se hace y se vive con amor. A
nuestro seguimiento a Jesucristo le falta el entusiasmo de la innovación, y le
sobra la tristeza de lo que se repite sin la convicción de estar reproduciendo
lo que Jesús quería de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario