Domingo 24 de mayo de 2015
Pentecostés - B
(Juan 20,19-23)
(Juan 20,19-23)
José Antonio
Pagola
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu Santo. Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir
confiando en el amor insondable de Dios, nuestro Padre, a todos sus hijos e
hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros
corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.
Ven, Espíritu Santo. Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia.
Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin
atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no
huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se
pierda en el mundo su memoria.
Ven, Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las
que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y
contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir
abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad
nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo
que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la
nostalgia.
Ven, Espíritu Santo. Purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad
entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones.
Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de
nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los
hombres con más verdad y humildad.
Ven, Espíritu Santo. Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y,
sobre todo, las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que
sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si
cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia.
Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y
solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y
Señor.
Ven, Espíritu Santo. Haz de nosotros una Iglesia de puertas
abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos
distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más
amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.
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