PEREGRINACIÓN DIOCESANA DE VITORIA LOURDES
(del 13 al 16 de septiembre
2012)
Estos cuatro días han sido un tiempo de gracia. Hemos
respirado silencio, comunicación sincera y densa con María y con su Hijo Jesús
en medio de la multitud. ¡Impresionante! Hemos vivido el asombro.
A pesar de la dificultad de expresar, asumir, vivir la
realidad, cada uno llegamos a
experimentar la riqueza de la conexión
con Jesús a través de María. Es un
regalo muy grande.
Nuestro mundo interior es complicado pero muy importante para descubrir algo nuevo cada
día. Cuando se hace silencio para escuchar entra el sosiego, la serenidad, la disposición
para aceptar lo que cada uno lleva. En un corazón abierto entra mucho de bueno.
Ha habido buenos sembradores, se ha sembrado mucha esperanza, unas veces con
lágrimas que pesan y otras veces con sentido del humor, con caras alegres y una
entrega generosa.
Los enfermos han ocupado el centro de nuestra atención.
“La gente se ha entregado con pasión, aguantando sin límite” (I Cor 13,4)
Es muy cansado pero ha merecido la pena. Hemos palpado la
ternura del Padre entre nosotros, gracias a la generosidad del grupo. Los
hospitalarios y hospitalarias, cercanos a los enfermos, han ofrecido
gratuitamente su tiempo, con paciencia y con mucho sentido del humor.
Todos hemos vuelto a nuestras casas con más esperanza y
más curados. Yo, este año, más que manos a la obra, he sido centinela.
He visto y contemplado la obra de Dios
en nosotros, más que en los años anteriores, y he
disfrutado.
Doy gracias a Dios y a todos los que han hecho posible esta
peregrinación a Lourdes. ¡Ha merecido la pena! Un fuerte abrazo. Agur!
Nieves Leibar, hermana de la Caridad de Nevers
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